Dicen que el vuelo a la India desde España puede durar entre 9 o 10 horas, pero sobretodo lo que ocurre es que uno cuando llega está en un huso horario distinto, con una diferencia de 4 horas y media, produciendo en el viajero un cierto estado de aturdimiento o confusión importante.
Ayer fuimos al llamado muelle camaronero a ver otras cosas que no sean pura ortodoxia. Esa es tambien la suerte de esta Bienal, que no hay solo de una cosa, sino que algunos como yo, acontumbrados a otros platos, podemos degustar bocados que en principio no tendriamos porque tener un interés especial.
Ayer fuimos a la propuesta de Gualberto y Ricardo Miño, que no fue mucho mas allá del disco que grabaron juntos en 1983 "Puerte Magico" o del "Contrastes" que hicieron 15 años despues, pero esta vez sin la pulsión de la época, un revival con solo cierto momentos de brillo.
La noche comenzó con una tona (curiosmente el sirtar no le sobra) que, aunque bien ejecutada, pareció nacer con cierto destiempo, estableciendo desde el principio el tono menos convencional de una velada que se habia anunciado "ortodoxa". La seguiriya que siguió puso de manifiesto la tosca pero efectiva guitarra de Ricardo Miño, contrastando con el sitar de Gualberto, cuyo frase evocaba por momentos el estilo de Manuel Molina de Lole y Manuel.
Los fandangos trajeron un aire más grácil, brillando especialmente en el segundo tercio. Sin embargo, fueron los abandolaos los que realmente destacaron en esta primera parte, con un sonido metálico que recordaba a los crótalos de Benagalbón y a sus pandas de verdiales, que por cierto, hoy lo estarán dando todo.
La soleá, exótica, mejoró mucho por arriba en su tercer tercio, seguida por unos tientos tangos que, aunque interesantes, parecieron ahogar al bueno de Juan de Mairena, sin darle espacio para su entrada. Las alegrías sufrieron de una percusión que entraba a destiempo, aunque el cierre por cantiñas logró elevar el nivel.
Un momento destacado llegó con los tanguillos de Cádiz, donde el sitar de Gualberto, sin la banda, sonaba a bandurria de coro. Juan de Mairena ofreció una soleá que, sin ser extraordinaria, mantuvo el nivel del espectáculo.
Ahora bien, despues de todo esto, que está mejor grabado que ejecutado, salió despues de hora y media Pedro Ricardo Miño al piano. Mucho más en su medio que en la noche de la Macana e Inés Bacán, se manifestó en todo su explendor son fraseos ortodoxos y otros melismas de jazz que sin duda fué lo mejor de la noche.
Luego unos maravillosos tientos tangos al piano y el espectáculo cerró con el regreso de Gualberto para un cuplé por bulerías.
Este recital fue como el jet lag en muchos sentidos, pero al ser una condición temporal que generalmente se resuelve por sí sola en unos días, yo creo que mañana andaré un poco mejor.
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