Inés Bacán: Cante de almíbar

Inés Bacán (cante) Antonio Moya (toque)
7 de febrero de 2020
Sala Flamenquería – Triana (casi lleno)




Más lento y pausado, no creo que se pueda cantar, ni más dulce y a la vez mas gitano. Se podrá cantar de otras miles de formas, pero esta escuela, la de tía Inés es almíbar para los oídos, es, azúcar de caña.

Inés viene con sus mejores galas, como buena artista, y de negro.

Comienza por tientos “de cal, canto y arena”, no podemos no acordarnos con esta letra del Camarón del blanco y negro, el de los discos con Paco. Sigue por Chacón “Que pajarillo será/el que canta la verde oliva” una letra y una cadencia tan de tango lento, como diría Ramón Soler, que casa a la perfección con la voz y fuelle de Inés. Ella se ensimisma en la entonación cierra los ojos y cierra los puños, se sumerge en el cante. “Vámonos pa Roma, que el padre santo es muy bueno/ y a los gitanos perdona”, termina por los tangos de Pastora.

Estos tientos aparecen como moneda de presentación, como lugar donde asirse en la actuación. Sabe sus vericuetos, porque los lleva escuchando una vida en su casa.




Continua por Bamberas “la niña que está en la bamba”, este cante emparentado con los juegos de infancia, nos evocan a esa Inés más pueril que de alguna manera se proyecta en el escenario con su voz de terciopelo. Finaliza por una letrilla bellísima de este cante: “Eres chiquita y bonita/ eres como yo quiero/eres una campanita/en las manos de un platero
En las cantiñas se acuerda de su casa y canta las de Pinini “donde están los colegiales...”. Suena verdaderamente a caramelo, remata igual, por allí mismo “la Simoncita, tuvo un Simón, la Simoncita ya se casó”. Se escucha el eco de la Bahía el borde del Guadalquivir.
En los fandangos la encontramos más irregular. No se equivoquen, esa lentitud puede ser muy traicionera, pero merece el riesgo de dejar esa impronta personalísima. Luego nos canta una Nana que nos evoca a su pueblo y a la intimidad de las noches de verano en las casas gitanas.
La nana solo es una excusa para abordar los palos más serios. Ella está casi impaciente. Y comienza por soleá… “De terciopelo era el vestío” de Jarrito, agarrándose al fular blanco sobre su cuello, ahí es donde se pelea, ahí es donde vemos lo gran profesional que es. No abre los ojos y nos lleva a tientas.
Sin descanso, y nosotros sin resuello, acomete las seguirillas y es aquí donde la noche se para, se deja lo que le queda en el cante, algondocitos de azúcar que duelen.
Después vinieron unas bulerias para cerrar la actuación, y cuando todo se acababa, Inés se vuelve a sentar para cantarnos unos romances. Si, ahí lo tienen, cuéntenlos, 9 palos diferentes, y seguidos....una lección de cante.

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